miércoles, 8 de agosto de 2012

UN FARO DETENIDO EN EL TIEMPO



Informe y fotos: Mario Lupo

El autor, frente al monumental hotel.
Vinicius de Moraes decía en “Sonetos de Meditación”: “Y como olas rompiendo contra la escollera, me despedazo en vano contra el firmamento”. ¿No cree usted que muchas veces nos vemos reflejados en esta frase, cuando nos aventuramos a buscar el “porqué”, de ciertas cosas que nos llaman la atención? Y ese “porqué “no aparece, agrego, es como si algunos “porqué” hubiesen desaparecido en el mismísimo “Triángulo de las Bermudas” para quedar ocultos a nuestros sentidos para siempre.  Envuelto en la niebla marítima invernal, el Pueblo de Mar del Sur a 17 kilómetros de la ciudad de Miramar, escondía un secreto (al menos para mí), con el cual me encontré hace un par de años atrás, el mismo consiste en una mole inmensa en un lugar donde a mi consideración no tendría que haber sido construido nunca, pero vaya uno a saber que pasó por la mente de uno de los financistas que invirtió en su construcción y me refiero al Ingeniero Otamendi que conjuntamente con el Banco Constructor de la Plata  S.A. contrataron a un grupo de ingenieros alemanes para la construcción de lo que hoy se conoce como “BOULEVARD ATLANTICO HOTEL”. Corría el año 1888 cuando se presentaron los planos y el proyecto de construcción quedó formalmente abierto;  el año 1890 lo encuentra casi terminado en medio de un sitio agreste que proponía ser un lugar de descanso muy cercano al mar. El crac financiero de 1890 derribó la idea de terminarlo, el banco quebró dejando como herencia esta imponente construcción en medio de un pequeño pueblo.
Desde sus comienzos, este hotel estuvo signado por lo que se llamaría “mala suerte”, en 1891 y por razones “poco esclarecidas” sirvió de refugio a un nutrido grupo de inmigrantes de origen judío que bajo la administración del filántropo Barón Maurice de Hirsh (Jewish Colonization Association) deberían poblar las colonias santafecinas. En su primera noche de hospedaje, se desata una formidable tormenta que dura más de una semana y deja como saldo a varios inmigrantes muertos. Los cadáveres de los infortunados fueron depositados en el sótano bajo el comedor del hotel, para luego ser enterrados en las barrancas del arroyo “La Tigra” a unos cientos de metros cercanos al lugar, con el tiempo las tumbas terminaron siendo devoradas por los médanos hasta desaparecer por completo. Aún se comenta, que en el sótano suelen escucharse ruidos y verse sombras escurrirse entre las paredes. Poco tiempo más tarde, este hotel es rematado y sus nuevos dueños deciden habilitarlo en el año 1904, sin tener mucho éxito comercial, ya que el ferrocarril nunca pudo llegar hasta el lugar y no existía en ese momento ninguna ruta; solo un camino que en épocas de lluvia se hacía intransitable.
Hace algún tiempo, la señora Albertina eligió pasar sus últimos años viviendo en este lugar y disfrutar de  espléndidas tardes en el patio del hotel bajo la sombra de las viejas palmeras. Allí ejercía la clarividencia y la astrología. Como será que aún recuerdo parte de las charlas mantenidas con ella sobre amigos en común y filosofía ocultista. Pero la historia continúa, también existen rumores de que este hotel ofreció albergue a soldados alemanes, durante la segunda guerra mundial y de supuestos desembarcos en lugares cercanos a Mar del Sur, tal como aparece en la tapa del diario “Ecos” de la ciudad de Necochea que con fecha 23 de febrero de 1943 a través de sus noticias, acercaba los temores de la gran guerra a zonas cercanas y en una nota secundaria se hacía referencia a un supuesto informe de inteligencia (?) en el cual Alemania proyectaba un desembarco de agentes entre los faros de Quequén y Miramar  (casualidad que Mar del Sur queda a medio camino de ambas) y la utilización de ciertos parajes en la costa. Por ello, el agregado naval de la Embajada Alemana en Buenos Aires, Mayor General Frederic Wolf comisiona a Otto Seidlitz a buscar ese lugar, y siempre en el terreno de los supuestos, ese lugar óptimo es encontrado en la estancia de Gustavo Eickenberg, en las cercanías de Mar del Sur. Tiempo más tarde, el 11 de Julio de 1945, el submarino Alemán U 530, llega a nuestras costas. El comandante Otto Wermolt, de 29 años, ordena emerger y entregarse a las autoridades Argentinas en el puerto de Mar del Plata junto a los 53 integrantes de su tripulación.
Otro dato que aporta más misterio al misterio es que algunos veraneantes han hecho comentarios que en días de bajamar, detrás de las rompientes suele divisarse algo así como la torreta de un submarino hundido, acrecentando de este modo el mito que se cierne sobre esta silenciosa construcción. Su actual administrador, el señor Gamba, consiguió desde hace algunos años que el lugar fuera declarado de interés público por la municipalidad de General Alvarado.
¿Cómo dejar de lado también ciertos comentarios, que indican la presencia de ovnis sobre este tranquilo lugar? Eso fue especialmente allá por los años 2008 y 2009, en los cuales en diversas oportunidades, se vieron sobrevolar hacia el atardecer algunas luces en las afueras de Mar del Sur; información que agradezco tanto a Joaquín como a Santiago que en una tarde de café, interminable pero muy interesante, me comentaron de estos sucesos.  Como mudo testigo de todas estas historias queda esa mole, como un faro detenido en el tiempo, rodeado de luces y sombras.

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